domingo

he bajado a la plaza...

Uno.
He bajado a la plaza.
Me miras desde el balcón
y siento en el pecho el peso
de mil gorriones tristes.

Dos.
Me he tragado el anzuelo
del lóbulo de tu oreja izquierda.
Me arañó el estómago en carne viva.

Tres.
Para no descomponerme
vomito tu nombre.
Otra vez. Una vez más.
El hígado se pone en pie
y, para acompañarlo,
la laringe se desbarata
como un desguace.

Cuatro.
Todo lo que no me diste
se agolpa tras las puertas de mi cuarto,
enfila cuentas de un collar que yo no llevo,
enquista el quicio, el catre, el cuello.
También los mares.

Cinco.
Sumo un silencio más,
que se coloca, dócil,
después del último de la fila.
Cuando cuente tres
se desdibujará en la bruma
y yo me creeré morir.

Seis.
Cuando mordía tu carne,
cuando bajaba por tu espalda
y me gastaba en apetito,
el mundo era tamiz,
el mundo era redondo,
el mundo era.

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